Si algo me da una rabia tremenda es tirar comida. Ya ni os
hablo del pan que muchas veces sobra y te hace ir con la barra reseca de aquí
para allá sin saber que hacer con ella.
Mi abuela, si había que echarlo al cubo de la basura, antes le daba un beso – repitiendo con gesto
compungido: “¡a cuánta gente le hará falta!”- pero eso después de remover
Roma con Santiago con tal de aprovecharlo.
Y uno de sus trucos era
preparar un budín de pan -¡absolutamente maravilloso-¡- que todos devorábamos
después de la comida.
Como tengo abuelitis
aguda, para compartirlo con vosotras/os, lo he bautizado con su segundo
nombre (Soledad) para que después de prepararlo la recordéis con un poquitín del cariño con que yo lo hago.
Con un pelín me conformo…
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Ingredientes
.1 Barra de pan de dos
o tres días
.5 Huevos
.5 Cucharadas gordas de
azúcar
.3 Tazas y media de
leche (entera)
.Ralladura de cáscara
de 1 naranja
.Pasas sin semilla (1
taza) (optativo)
.Azúcar para acaramelar
(4 cucharadas)
.Brandy, whisky o ron
(cantidad necesaria)
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Preparación
¿Si os digo que es super-sencilla, me vais a creer? ¡Pues sí
que lo es!.
Para empezar le quitamos la corteza a la barra de pan (grandecita),
cortamos en rodajas la miga y la
sumergimos en un bol con 1 copa de cognac, brandy, whisky o ron (lo que os
guste)
Mientras tanto acaramelamos un molde alargado de aluminio.
¿Cómo lo hacemos? Echando cuatro o cinco cucharadas de azúcar, poniéndolo a
fuego fuerte esperando a que se ablande y removiéndolo hacia un costado y hacia
el otro con la ayuda de dos paños “para que no se nos escape ningún recoveco”.
Dejamos enfriar y precalentamos el horno a 200 grados (calor abajo)
En un recipiente echamos los cinco huevos, las cinco
cucharadas de azúcar, las 3 tazas y media de leche (3/4 litros), la ralladura
de cáscara de naranja, las rodajas de pan bien
exprimidas con los dedos y con
batidora de varillas batimos,
batimos y batimos unos 10 minutos hasta que haga espuma y quede todo bien
licuado.
Volcamos sobre el molde y por encima agregamos las pasas sin
semilla (optativas) comprobando que “desaparecen” de la superficie sin dejar
rastro.
Este molde lo colocamos sobre
una fuente honda con bastante agua caliente y lo llevamos al horno (esto
se llama “poner al Baño María”) en la bandeja central solo con calor abajo y subiendo la temperatura a 220 grados.
¡¡¡Ni se os ocurra
abrirlo antes que pasen unos 25 minutos porque se hundiría la preparación!!!!
¿Cuánto tiempo tendrá que estar calentito y a buen resguardo? Unos 40 minutos (o más). Para
comprobar si ya está listo, basta con introducir un palillo largo (de los
usados para brochetas) bien hasta el fondo y si sale seco ¡voilá!
¿Qué hago entonces?
Entorno la puerta del horno y deje que el budín asome
“apenitas” la nariz, dejo entibiar y cuando cojo con las manos el recipiente y
no pego un grito de dolor, dejo que tome cuerpo fuera de las corrientes de aire.
Separo los bordes con un cuchillo y lo desmoldo sobre una
fuente honda para que contenga el
caramelo, entibiando el recipiente para que “caiga” sobre el postre en su
totalidad.
De ahí en más ¡a la nevera a que termine de enfriar y pueda
llevarlo a la mesa solo, o acompañado con un buen copete de nata, dulce de
leche o lo que elijáis!...